La tesis doctoral es el trabajo académico más importante, puesto que es necesario para la obtención del título de doctor. Detrás hay horas y horas de trabajo, proyectos de investigación, asistencias a congresos y conferencias, viajes de documentación, recogida de datos, lecturas y más lecturas, etc.
Cuando un investigador ha dedicado tanto tiempo a un trabajo de estas características, de lo que menos ganas tiene es de enfrentarse a la maquetación, normalización y revisión de su texto. Algunos incluso desconocen las reglas ortotipográficas y otros no saben cómo adaptar sus citas y referencias a las normas exigidas por la universidad para este tipo de trabajos.
Pero hay más: aunque se haya adecuado a las normas tipográficas que exige la universidad, y las citas y los asientos bibliográficos se correspondan con las definidas por el estilo Chicago, APA…, la tesis siempre mejorará si se revisa el estilo y la ortografía. Porque no se trata solo de que el texto sea correcto, sino de que el mensaje llegue claro y sea fácilmente entendible por todos aquellos que van a consultar el trabajo.
El investigador no tiene por qué hacer una labor que le corresponde al corrector. Bastante tiene ya con haber redactado la disertación. El problema surge cuando algunos autores confunden el trabajo del revisor y esperan de este profesional un servicio que solo le compete al director de la tesis. Porque, y esto hay que dejarlo claro, el corrector no es un asistente ni un ayudante del doctorando. Por lo tanto, no deben atribuírsele tareas que son propias del doctor que está tutelando ese trabajo académico o del equipo de investigación en el que se enmarque el proyecto.
Entonces ¿qué se corrige en una tesis doctoral?
Como hemos apuntado, la revisión de una tesis consiste en adecuar el texto a las normas definidas por la universidad donde se vaya a presentar y en enmendar el trabajo para que sea correcto y legible y el mensaje llegue sin interferencias al receptor. Su labor será la siguiente:
-Corregir el estilo del texto. Para ello, acortará aquellos párrafos de difícil comprensión, revisará que se haya empleado un lenguaje claro y directo, usará conectores para facilitar la lectura, reducirá las repeticiones y las sustituirá por sinónimos, mejorará el vocabulario, etc. Es decir, no tocará el contenido del estudio, sino cómo se cuenta ese estudio; esto es, la forma en la que ese texto llega a otros investigadores.
-Solventar errores ortográficos.
-Adecuar la tesis a las normas establecidas por la universidad para este tipo de trabajos. En este sentido, el autor del texto tendrá que facilitar al corrector las directrices del departamento o la facultad para la presentación de las tesis o, en su defecto, indicar qué normas deberán seguir los trabajos que allí se defiendan.
-Trabajar con la bibliografía.
-Revisar que las citas se ajusten a las directrices de la universidad.
-Ayudar al autor para que el texto cumpla con unos requisitos mínimos de calidad. No se trata de pasar el texto por determinado programa; eso ya lo hace la universidad. El objetivo es trabajar con el doctorando para que aquellas partes procedentes de otras fuentes se citen de manera adecuada. De este modo, se reduce la posibilidad de que surjan problemas de autoría.
-Maquetar el trabajo, siempre que así se haya acordado.
¿Qué aspectos no son propios del corrector?
Hay tareas que no le corresponden a este profesional. Por tanto, no se le deben exigir, puesto que le competen única y exclusivamente al propio director de la tesis. Una de ellas es la que atañe al contenido. El corrector de una tesis no revisa el contenido. O no debería hacerlo. Y la razón es muy sencilla. Durante el doctorado y la posterior redacción de la disertación, es el director de esta, doctor experto en la materia con amplia experiencia investigadora y docente, la persona capacitada para ello. Por tanto, será él quien examine el contenido y cómo se ha tratado el tema. También decidirá si hay que ampliar o reducir algún capítulo, si es necesario incidir en alguna cuestión, si las fuentes citadas son precisas y responden al criterio académico… Ello no quita que si el corrector detecta un error importante, quiera comentarlo con el doctorado. Por ejemplo, que el investigador confunda un rey con otro. Pero esas cuestiones solo le corresponden al doctor.
Por muy amplios que sean los conocimientos del corrector sobre la materia que va a revisar, nunca serán los mismos que puede tener un estudiante que ha dedicado años a una investigación y que vuelca los resultados en su trabajo. Y precisamente por esto, el revisor no puede alterar el contenido de lo que se defiende en el trabajo. Como tampoco puede cuestionar lo que presenta el doctorando, que se basa en fuentes para apoyar su postura y que tendrá que justificar ante los miembros de un tribunal.
Es importante dejarlo claro. La mayoría de los investigadores piden que no se cambien datos, fechas y demás cuestiones propias del contenido. Lógico. Pero alguno que otro cree que el trabajo del corrector va más allá: «Si lees que algo no está bien, cámbialo, que para eso tú sabes del tema». O «Contrato tus servicios para que revises también si la tesis es buena o tiene errores». Y eso es trabajo del director.
Por suerte, no es lo normal. Tampoco es habitual, ni es tarea del corrector, asistir al doctorado. En este sentido, el revisor no puede completar frases o párrafos incompletos («Termínalo tú como veas»), ni aceptar los cambios propuestos o rechazar las correcciones del trabajo («Hazlo tú; confío en ti»).
Cuando un texto llega al revisor, este debe estar ya terminado. Además, lo ideal es que haya sido aprobado por el director de la tesis.
La corrección de una disertación escrita es una labor compleja y difiere de la revisión de una novela o un libro de poesía. No es ni mejor ni peor, ni más difícil ni más fácil; pero sí distinta. Por ello, trabajos como la corrección de contenido, habitual en una novela histórica, por ejemplo, no deberían hacerse en una tesis.
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